Mi madre siempre me afea esa pasión que dice que tengo con los gatos callejeros. En muchos sentidos, la vida es a veces dura de ver, pero salir adelante por muy cuesta arriba que se pongan las cosas, es de valorar y reconocer.
Quizá no sea pasión, sino respeto. Quizá reconozco en ellos algo que muchas personas han dado por perdidas en sus propias vidas y estos vecinos cuyas historias nunca me contarán, me enseñan mucho más de la vida que libros y discursos autocomplacientes.
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