Como fotógrafo retratista, mi principal fución es desaparecer. Supongo que es un trato tácito entre profesional y clliente, yo no soy jamás el protagonista de la imagen. Eso es lo que me permite dejar a cada uno de los profesionales que trabajan conmigo el desarrollarse en sus propias campos de competencia de forma que, cuando las luces se encienden, todo esté dispuesto para que la persona que aparece en la foto quede realzada.

Es una labor muy personal, que va mas allá de la técnica y los materiales. Cada fotógrafo hace las cosas a su manera, y eso es lo que siempre marca la diferencia en los resultados. Mi proceso siempre me pone en segundo plano, pero es mucho mas minucioso de lo que dejo ver. Mas allá de las conversaciones y las risas, no dejo de prestar atención a quien tengo en el set. Observar a la persona justo al llegar al estudio y cuando realmente la sesión comienza a despegar es algo que siempre me ha fascinado. Así, mientras el trabajar con modelos es relativamente sencillo, la profesionalidad en los dos lados del cristal se dá por hecho y es lo que espero, crear las condiciones adecuadas para que alguien sin experiencia se muestre a un desconocido con cámara es precisamente donde comienza el trabajo de un retratista.